Albert Camus y l@s anarquistas

Nacido en la Argelia francesa en 1913, en el seno de una familia pobre, Camus perdió a su padre en la batalla del Marne en 1916. Fue criado por su madre, mujer analfabeta que se ganó la vida como criada. Gracias a una beca, Camus fue labrándose su carrera como periodista. De joven era además aficionado al fútbol y miembro de una compañía teatral.

De su tiempo como guardameta en adelante, Albert Camus conservaría siempre el espíritu de equipo. Era de naturaleza generosa, si no sensible, y siempre buscó la mayor unidad, procurando evitar o superar el rencor. Muchos de los intelectuales que han escrito sobre él han tratado de ocultar su inclinación por el anarquismo. Siempre estuvo ahí para apoyar en los momentos más difíciles al movimiento anarquista, incluso si sentía que no podía identificarse totalmente con dicho movimiento.

Fue el propio Camus quien nunca ocultó su atracción por el anarquismo. Las ideas anarquistas permean sus obras teatrales y sus novelas, como por ejemplo La Peste, El Estado de Sitio o Los Justos. Conocía al anarquista Gaston Leval, que había escrito sobre la Revolución Española, desde 1945. De acuerdo con su amigo Pascal Pia, Camus empezó a sentir admiración por los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas, así como por los objetores de conciencia y todo tipo de rebeldes, ya en 1938, mientras trabajaba como reportero para el periódico L’Alger Republicaine.

El anarquista André Prudhommeaux fue el primero en introducirlo, en 1948, en una reunión del Cercle des Etudiants Anarchistes (Círculo de Estudiantes Anarquistas), como simpatizante familiarizado con el pensamiento ácrata.

También apoyó Camus a los Groupes de Liaison Internationale, que se afanaban en ayudar a los oponentes del fascismo y del estalinismo, a la par que se negaban a tomar partido por el capitalismo americano. Estos grupos se habían formado en 1947-48, y pretendían dar apoyo material a las víctimas de regímenes totalitarios, además de intercambiar información. Entre sus filas se contaba el anarquista ruso Nicolas Lazarevitch, exiliado en Francia, así como muchos colaboradores del periódico sindicalista revolucionario La Révolution Proletarienne (RP). A partir de entonces, Camus mantendría una relación amistosa, además de la ayuda económica que le prestó, con la RP, hasta su muerte.

Su libro L’Homme Révolté (traducido al castellano como El Hombre Rebelde), publicado en 1951, marcó una clara ruptura entre él y la izquierda que orbitaba en torno al Partido Comunista. Fue recibido de manera hostil por los miembros del Partido, así como por sus compañeros de viaje. Sin embargo, su mensaje sí que fue comprendido por los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de Francia, puesto que los menciona a ambos explícitamente y establece una clara distinción entre el socialismo libertario y el autoritario. El tema principal de la obra es cómo llevar a cabo una revolución sin recurrir al terror o al empleo de los métodos «Cesáreos». Habla, entre otros, de Bakunin y de Netchaev. «La comuna contra el Estado, la sociedad concreta contra la sociedad absolutista, la libertad reflexiva contra la tiranía racional, el individualismo altruísta, por último, contra la colonización de las masas…»

Concluye con un llamamiento al resurgimiento del anarquismo. El pensamiento autoritario, gracias a tres guerras y a la destrucción física de una elite de rebeldes, había asfixiado esta tradición libertaria. Pero era una victoria pobre, además de provisional, y la lucha todavía persiste.

Gaston Leval respondió en una serie de artículos al libro. Su tono fue amistoso, y procuró evitar polémicas broncas, pero llamó la atención de Camus sobre un punto del libro que él consideraba una caricaturización de Bakunin. Camus replicó en las páginas de Le Libertaire, el periódico de la Federación Anarquista (que en este periodo tenía una tirada de 100.000 ejemplares semanales). Adujo que había actuado de buena fe, y que corregiría uno de los pasajes criticados por Leval en futuras ediciones.

El secretario general de la Federación Anarquista, Georges Fontenis, también escribió sobre el libro de Camus en Le Libertaire. A la sencilla pregunta «¿Es la rebelión de Camus la misma que la nuestra?», Fontenis no dudó en afirmar que lo era. Sin embargo lo amonestó por no dar el debido espacio a las revoluciones de Ucrania y de España, así como por retratar a Bakunin como a un nihilista endurecido sin dar crédito a sus posiciones específicamente anarquistas. Terminaba Fontenis admitiendo que el libro contenía varias páginas admirables. Una recensión de Jean Vita aparecida la semana siguiente en Le Libertaire se mostró ya más cálida y positiva.

Estas críticas mesuradas de los anarquistas contrastaban con aquellas provinientes del Partido Comunista y sus adláteres, como Sartre y el grupo que se movía en torno a la revista Les Temps Modernes. Esto supuso el principio de la ruptura de Camus con el otro gran exponente del existencialismo. Las críticas de este grupo fueron salvajes, especialmente las de Francis Jeanson. Camus contestó que la crítica de Jeanson no tenía en cuenta nada más que la ortodoxia marxista, y que pasaba por alto todas las referencias al anarquismo y al sindicalismo. «La Primera Internacional, el movimiento bakuninista, que todavía vive entre las masas en la CNT española y en la francesa, son ignorados», escribió. Para su desgracia, Camus fue «excomulgado» por Jeanson de las filas de los existencialistas. Este proceder le desanimó profundamente. También recibió críticas amargas de los surrealistas por las concepciones artísticas que se exponen en el libro. Todo apuntaba a que los anarquistas eran los mejores defensores de Camus.

Camus también marcó su ruptura de otros modos. Se había prometido a sí mismo mantenerse apartado de los intelectuales que se mostraban dispuestos a respaldar el estalinismo. Esto no lo detuvo, no obstante, a la hora de dedicarse plenamente a causas que consideró justas y valiosas. En España, un grupo de trabajadores anarquistas había sido condenado a muerte por Franco. En París se convocó por este motivo un mítin por parte de la Liga por los Derechos del Hombre, el 22 de febrero de 1952. Camus accedió a hablar en el evento. Pensó también que sería útil que el líder de los surrealistas, André Breton, apareciese en la tribuna; todo ello a pesar del ataque que Breton le había dedicado desde la revista Arts, por la crítica de Camus al poeta Lautreamont, admirado por los surrealistas como precursor suyo. Camus se reunió con los organizadores del evento, Fernando Gómez Peláez, del periódico Solidaridad Obrera, órgano de la central anarcosindicalista española, la CNT, y José Ester Borrás, secretario de la federación de prisioneros políticos españoles, FEDIP, rogándoles un acercamiento a Breton sin decirle que era Camus quien lo había sugerido. Breton aceptó orar en el mítin a pesar de que Camus estaría presente. Gómez le dijo entonces que Camus había propuesto que hablase él en primer lugar, lo que provocó las lágrimas de Breton. Más tarde Camus les dijo a los anarquistas españoles que por no haber replicado a la furia de Breton en términos similares, esperaba una pronta reconciliación. Camus y Breton compartieron tribuna y fueron vistos incluso charlando (para los vínculos de Breton y los surrealistas con el movimiento anarquista, ver el número 44 de Organise!).

Camus tomó la posición del intelectual comprometido, firmando peticiones y escribiendo para Le Libertaire, La Révolution Proletarienne y Solidaridad Obrera. También pasó a ser parte del grupo editorial de una pequeña revista libertaria, Témoins 1956, llegando a conocer a su editor, Robert Proix, un corrector de estilo. A través de Proix, conoció a Giovanna Berneri (Caleffi), la compañera del gran anarquista italiano Camillo Berneri, que había sido asesinado por los estalinistas en España, en 1937. Igualmente se encontró con Rirette Maitrejean, que había sido antigua compañera de Victor Serge, y que se había visto envuelta en el juicio a la Banda Bonnot. Rirette había estado trabajando como correctora de estilo para el periódico Paris-Soir durante largo tiempo. También se hizo amigo del veterano libertario Maurice Joyeux, quien más tarde habría de señalar que de todos los trabajos literarios contemporáneos, El Hombre Rebelde era el que más cercanamente describía las aspiraciones de estudiantes y obreros en mayo del 68.

De nuevo en 1954, Camus acudió a solidarizarse con los anarquistas. Maurice Laisant, secretario de propaganda de las Forces Libres de la Paix (Fuerzas Libres de la Paz), junto con un editor de Le Monde Libertaire, periódico de la Federación Anarquista francófona, había publicado un cartel antimilitarista usando el formato de la propaganda oficial del Ejército. Como resultado fue encausado por subversión. Camus testificó en su juicio, recordando cómo lo había conocido, en un mítin de apoyo a los españoles.

Le dijo al jurado, «Desde entonces lo he visto a menudo y he estado en posición de admirar su voluntad de luchar contra el desastre que amenaza al género humano. Se me antoja imposible que se pueda condenar a un hombre cuya acción se identifica con los intereses de todos los hombres. Demasiados pocos son los que luchan contra un peligro que a cada día se hace más ominoso para la humanidad». Tras esto, Camus tomó su asiento en una sala del juzgado llena principalmente de militantes obreros, que lo rodearon con afecto. Desgraciadamente Laisant fue condenado a una fuerte multa.

Y de nuevo estuvo Camus con los anarquistas cuando apoyaron la revuelta de los obreros de la Alemania del Este contra los Soviets, en 1953. También se mantuvo entre los libertarios en 1956, primero con el alzamiento obrero de Poznan, Polonia, y más adelante a lo largo del año con la Revolución Húngara. En 1955 había dado su apoyo a Pierre Morain, miembro de la Fédération Communiste Libertaire (la Federación Anarquista había cambiado su nombre en 1954, dando pie a fuertes tensiones en el seno de la organización). Morain era el primer francés en ser encarcelado por plantear resistencia anticolonialista en Argelia. Camus lo defendió en las páginas del diario nacional L’Express, el 8 de noviembre de 1955.

Muy a menudo utilizó su fama y su notoriedad para intervenir en la prensa denunciando la persecución de militantes anarquistas, o para sensibilizar a la opinión pública. En su último año de vida Camus se asentó en el pueblo provenzano de Lourmarin. Allí conoció a Franck Creac’h A Breton; nacido en París, autodidacta y anarquista convencido, había acudido al pueblo durante la guerra para evitar el reclutamiento. Camus le dio empleo como jardinero, y tuvo la suerte de poder mantener conversaciones con alguien que hablaba en su misma longitud de onda. Una de las últimas campañas en las que se involucró fue la del anarquista Louis Lecoin, que luchaba por que se reconociese la condición de objetor de conciencia, en 1958. Camus nunca vería el final de esta campaña, pues murió en un accidente de tráfico en 1960, a la edad de cuarenta y seis años.

[Artículo publicado en el número 68 -primavera/verano del año 2007- de Organise!, órgano de la Federación Anarquista de Gran Bretaña (AFed). Nos complace reproducirlo cuando justamente hoy 7/11/2013 recordamos el centenario del natalicio de esta figura intelectual y literaria.]

Fuente: http://periodicoellibertario.blogspot.com.es/2013/11/albert-camus-y-ls-anarquistas.html

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