Abstención activa contra la democracia

La postura que ha defendido el Anarquismo ante las elecciones siempre ha sido la misma: la abstención. El no reconocimiento de la llamada legalidad democrática y, por tanto, la no participación en ninguna de sus instituciones, como colectivo, ni en ninguno de sus cauces, como individuos. Esta postura ha tenido algunos momentos históricos de gran repercusión, tanto en el plano social como político, como por ejemplo en la década de los treinta, pero en las últimas décadas ha sufrido un ataque por parte de los agentes políticos y comunicadores del Sistema.

Este ataque ha intentado desvincular la abstención de cualquier tipo de posicionamiento social, político o ideológico; reconociendo de esta forma la exclusividad de la participación social dentro de los cauces de la representatividad. Sin embargo, en los últimos meses ha tomado especial relevancia en el Estado español el panorama político y social. En un país en el que parecía que las inquietudes sociales y políticas habían quedado relegadas a una serie de profesionales, ha emergido un movimiento popular, considerado propiamente como «ciudadano», que puso en las primeras páginas de los periódicos oficiales la denuncia de una serie de irregularidades que en los últimos tiempos están tornándose insoportables para la clase proletaria; que, en nuestra opinión, son fruto inherente de los sistemas jerárquicos.

Este movimiento ha dado una especial importancia, desde nuestro punto de vista inmerecida, a la actitud que hemos de tomar los individuos ante las elecciones; municipales en su momento, generales en la actualidad. Y han intentado, desde nuestra opinión, reconducir el descontento de les trabajadores y demas proletaries hacia los cauces democráticos, continuando y asumiendo el discurso establecido desde el Sistema. Se han puesto en la palestra opciones hasta el momento ampliamente minoritarias como el voto nulo o el voto en blanco, intentando asumir para la democracia representativa a aquellos sectores descontentos con la política actual, en una especie de regeneración de la representatividad.

De esta forma se da una nueva imagen al Sistema, los sectores descontentos con los políticos parece que ya no están en desacuerdo con el Sistema por éstos generado, y base de todas las atrocidades cometidas contra les proletaries. Simplemente quieren que se vayan unos políticos para que vengan otros a hacer lo mismo, una especie de ensayo conductista que parece tener como intención desmovilizar a la clase proletaria por agotamiento o desilusión.

Ni que decir tiene que ha sido fundamental el papel jugado por los profesionales de la política ante esta situación. Por un lado el Partido Socialista, autointitulado como representante mayoritario del progresismo ha intentado maquillar su discurso político con algunas medidas populistas, intentando acercar a su seno a aquellos sectores de la izquierda más simplona que se camuflan bajo aquel tradicional lema del «voto útil». Por otro lado, Izquierda Unidad y otros partidos aún más minoritarios, han intentado aglutinar adeptos bajo su programa político a través de la materialización del viejo dicho de «pescar en río revuelto».

En todos los casos, lo que se intentó de forma generalizada fue asumir como propio un movimiento que, en la teoría, estaba desideologizado y despolitizado; demostrando, en realidad, que asumía la ideología del sistema y hacía el juego a partidos extra o cuasi-extraparlamentarios, poniendo en tela de juicio la veracidad de su apolitización. De esta forma, parecía que todes tenían cabida bajo el lema de reivindicación de una democracia real. Desde les que defienden la dictadura de los mercados hasta les que defienden la dictadura del proletariado, incluso, y a nuestro pesar, parecía que aquelles que abogan por la abolición del Estado y toda forma de autoridad también se sumaban a las demandas de una democracia más eficaz para ponerla al servicio de los intereses de una clase consumista.

Nosotres, rehusando cualquier tipo de posibilismo, nos declaramos abiertamente antidemócratas. Estamos en contra de la democracia representativa, porque no creemos en ningún tipo de delegacionismo y estamos convencidos de que éste siempre deriva en la usurpación del interés personal. Del mismo modo estamos en contra de la llamada democracia directa, porque esta, por no erradicar el sistema de votación, deriva en la sumisión del individuo a la llamada voluntad colectiva que no tiene porqué representarle. Toda democracia supone la imposición de una mayoría, a lo sumo, sobre un minoría.

Así, dentro de ese obnubilamiento intelectual que genera la democracia a su alrededor, y bajo el cual férrees defensores de estructuras diferentes, dentro de los Sistemas jerárquicos, se autointitulan como incondicionales defensores de los valores democráticos; nosotres nos negamos a sumarnos a esa corriente unitaria y tendenciosa. La democracia, en realidad, no se diferencia, al menos en este aspecto, de otros regímenes totalitarios. Pues si bien en estos se condena a través del castigo físico a sus detractores, en la democracia, además, se les condena a través del ostracismo ideológico, siendo considerades una especie de detractores del género humano.

A nosotres no nos vale la reforma del sistema electoral o la creación de listas abiertas, no nos vale con mejorar un Sistema con el que no estamos de acuerdo. Nos es indiferente el valor que el Sistema quiera dar a nuestra voz, porque lo que pretendemos es que nadie pueda cuantificar nuestra opinión cuantitativamente; sino que sea considerada cualitativamente por nuestros iguales. Cuestión ésta que no puede conseguirse en ningún sistema de votación, sino en un sistema de asambleas horizontales que funcionen por consenso unánime.

Porque no creemos que sea posible, en ningún modo, que la delegación en una serie de individuos suponga otra cosa que la enajenación del interés de los individuos a merced del interés propio de un individuo, sujeto, de forma generalizada, no sólo a presiones externas, como mercados o intereses de grandes emporios, sino también a favores personales.

Tampoco creemos que sea viable el ideal de democracia. Pues, a pesar que entendemos que las situaciones actuales de corrupción y desentendimiento de la clase política son inherentes al sistema de representación, no damos por bueno ningún tipo de delegación que no sea asumido bajo un mandato conciso, emanado de una asamblea horizontal y siempre con la posibilidad de revocación. Es decir, solo entendemos la delegación cuando ésta no tiene ningún margen de actuación fuera de lo emanado de forma consensuada. Pues es ésta la única posibilidad de que los intereses de los individuos permanezcan blindados ante cualquier intento de enajenación o desvirtuamiento.

No nos vale, pues, con actuar dentro de los cauces legalmente establecidos, no atendemos a ningún tipo de imposición ajena a nosotres mismes y a la propia razón. Hacemos un llamamiento a la reflexión, a la coherencia, a la abstención, al boicot y al sabotaje de todo tipo de elecciones y al fortalecimiento de las organizaciones anarquistas para seguir recorriendo el camino de la revolución social hacia el Comunismo Libertario.

Salud, Organización y Revolución Social Anarquista

[Comunicado de la Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas (F.I.J.A.)]



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