El anarcosindicalismo en el decurso histórico

Problemas y respuestas del sindicalismo revolucionario (José Luis García Rua).  Es de sobra conocida la relación de proporcionalidad inversa entre
lo intenso y lo extenso, y el pueblo parece tenerla bien determinada en
el dicho “el que mucho abarca, poco aprieta”.

Es claro, sin embargo,
que, para dar por buena esta aserción, es necesario tener bien
determinado, junto a ella, el alcance semántico concreto de los
términos “intensión” o “intensidad” y “extensión”, que no en todos los
casos presentan el mismo arco de matizaciones. Por lo que respecta al
mundo del trabajo y de la lucha obrera, el tema es de importancia
fundamental, pues en él estriba la posibilidad o imposibilidad de ser,
al mismo tiempo, público y revolucionario.

En el campo libertario, tal cuestión fue objeto de debate, si no
permanente, sí recurrente, y el hecho de que esa recurrencia se haya
venido manifestando, sobre todo, en períodos de especial persecución y
represión del movimiento obrero creemos que sea suficiente factor
probatorio de que el dilema, lo uno o lo otro, no depende de una
contrariedad intrínseca del movimiento mismo, sino de elementos
históricos aleatorios, o sea, algo de fuera, algo externo
correspondiente al escenario variable, en el que el movimiento ha de
desarrollarse, aunque es claro que, con esa variabilidad, debe contar
de antemano todo proyecto estratégico en el campo de la lucha
político-social.

Cuando Giusseppe Fanelli, tras parlamento con Miguel Bakunin, viene
a España, mediado el mes de noviembre de 1868, disfruta de una
facilidad de movimientos al amparo de la revolución setembrina que
derroca a los Borbones, lo que le permite la toma de contactos
pertinentes que habrían de llevar a la constitución de la sección
madrileña de la AIT, el 24 de enero de 1869, con los nombres
sobresalientes de Tomás González Morago, Francisco Mora y Anselmo
Lorenzo (todos, obreros manuales), y a la de Barcelona, el 2 de mayo
siguiente, con los nombres sobresalientes de Rafael Farga Pellicer,
Gaspar Sentiñón, Trinidad Soriano y José García Viñas (con predominio
de los intelectuales). Esta que podríamos denominar relativa bonanza
política, que facilita los primeros pasos de la Internacional en
España, dura, con altibajos, hasta la caída de la I República, a
principios de 1874, aunque ya con el último presidente, Emilio
Castelar, se había perseguido con dureza a la FRE (Federación de la
Región Española de la AIT) por su actividad en los movimientos
cantonalistas que precedieron al fin del unienio republicano.

Algo fundamental y determinante para el movimiento obrero español
fue el hecho de que Fanelli no haya venido a España sólo como embajador
de las ideas de la Asociación Internacional de los Trabajadores, sino
también de las ideas de la Alianza Democrática Socialista, fundada por
Bakunin y que, más tarde y en ese mismo año, habría de acceder a la AIT
como sección ginebrina. Fanelli expuso y defendió, ante sus
interlocutores, documentos con los estatutos, principios y programa de
ambas organizaciones, así como el “Manifiesto a los trabajadores del
mundo”, redactado por Carlos Marx, y no sabemos si por mayor incidencia
y calor de Fanelli en la exposición de uno de ellos o por la propia
idiosincrasia de sus interlocutores, éstos, tanto en Madrid como en
Barcelona, sin rechazar el contenido de ninguno de los textos, que,
además, no incluían contradicciones intrínsecas, quedaron, como más
radical, más impresionados y más bajo la influencia del programa de la
Alianza, que, aquí en España, ya antes del primer Congreso de la FRE,
en abril de 1870, se había constituido como sociedad secreta y empezado
a funcionar como grupo informal de trabajadores de mayor dedicación,
radicalización y convencimiento, en el seno de los estatutos y acuerdos
de los Congresos de la AIT. Ello va a decidir, desde el origen, la
especial idiosincrasia del movimiento obrero español de signo
libertario, definido por un sabio y no siempre fácil equilibrio entre
dos elementos de tensión, a saber, el principio anárquico de carácter
finalista y, por ello, mediatizado siempre por el horizonte de futuro,
y el principio utilitario y reivindicativo, de realización inmediata,
atado, por definición, al presente o futuro más inmediato. Ambos
elementos tensionales contienen potenciales situaciones extremas de
carácter vicioso, la de raíz anárquica que deriva al individualismo
nihilista y a la indiscriminada “propaganda por el hecho”, y la otra,
concretada en el reivindicativismo tradeunionista y reformizante. La
dificultad del equilibrio entre esas peligrosas situaciones extremas
radica en su sensibilidad a las alteraciones históricas que comporten
fuerte restricción o anulación de las libertades fundamentales, o
aquellas en las que la formalidad de tal concesión viene condicionada
por la contrapartida de integración en el sistema por parte del
“beneficiado”, dado que las situaciones políticas de tal signo
favorecen o promueven la presencia y actividad de las viciosas
situaciones extremas de que hablamos.

(…)

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