Durante todos estos días, la empresa en la que trabajamos ha sido portada y contenido de muchos de los diarios regionales, publicaciones en redes sociales y tema recurrente en tertulias radiofónicas.
La noticia es clara: Vestas decide poner fin a varias líneas de producción y en la agonía del final de una de ellas decide romper la relación laboral que mantiene con 180 trabajadores eventuales de la empresa de trabajo temporal Manpower. En realidad se tratan de peonadas de temporeros al final de temporada que, como cada año, encadenan contratos semana tras semana, dentro de una normalidad pasmosa (…y fraudulenta). La diferencia es que, este año, para ellos acaba mucho más pronto. Trabajadores que, durante muchos años en esta empresa, han estado sufriendo las condiciones del mercado laboral y económico. Condiciones de desigualdad que garantizaban que mientras se repitieran cada año, la dirección de la fábrica no tendría la necesidad de proponernos al resto de la plantilla (trabajadores con contrato indefinido) ningún expediente regulador. Obreros siempre en primera línea de batalla y el parapeto donde alojar todas las balas dirigidas contra los trabajadores.
Al hablar de menor producción, el futuro para todos con menos trabajo, tampoco pinta mejor. Más allá de finales del 2018 no existen garantías y con toda seguridad pasaremos de ser punta de lanza en la fabricación a nivel mundial para la marca, a planta residual (hablamos de pasar de 600 empleados a poco menos que 60) o quizás solamente ser soporte de otras fábricas que pasarán a fabricar el grueso de la producción.
El modelo de fabricación de la fábrica de Villadangos del Páramo, fue el orgullo de Vestas durante mucho tiempo y nuestra forma de producir “multiplataforma” ofertaba diferentes líneas de producción, con distintos modelos y muchas unidades fabricadas al final del año. Otro “logro” de esta planta fue un modelo extenuante de producción en el que se aplicaba una gran cantidad de horas de flexibilidad por persona. En determinadas líneas de producción las jornadas de 9 horas son la tónica general durante muchos de los meses que componen el año. Largas temporadas de trabajo, malos horarios, excesiva rotación, malos hábitos en la alimentación y el descanso, además de una conciliación laboral, con la vida familiar, pésima.
Al principio muchos de los componentes de los que se montan en máquina se fabricaban en España, pero, poco a poco, en la búsqueda de una reducción de costes continua, nos encontramos con que cualquier componente montado acaba llegando de cualquier lugar del planeta, con el argumento de la búsqueda del menor precio. Al romper con proveedores de cercanía, el producto que fabricamos se convierte en un producto de calidad diferente y que rompe con cualquier lazo establecido con el lugar geográfico donde se asienta la fábrica. Después “apareció” el inconveniente del almacenamiento y acumulación de stocks y mercancías, el precio de transporte desde la fábrica a parque, la “lejanía” de un puerto de mar… no pretendemos hacer un análisis económico, no; desde aquí solo quiero lanzar las pistas para todo aquel que quiera entender. Este proceso optimizador de la mejora del beneficio dejaba muy claro en su momento que, al final, el precio de la mano de obra acabaría siendo también un problema. Sea donde sea, siempre encontrarán a alguien que haga lo mismo que tú, pero más barato, en peores condiciones y con menor número de derechos.
Ahora mismo es el periodo de mayor incertidumbre de esta fábrica: Argentina, India o China… son la apuesta. El pan de cada día de un mundo globalizado que no entiende de cifras de parados y no empatiza con destrucciones de tejidos industriales en regiones con un alto índice de paro juvenil, despoblación y escasas salidas laborales. Durante el proceso de deslocalización de la planta, piedra por piedra, se destruye hasta el deseo de los propios trabajadores de permanecer en su puesto de trabajo; y muchos intentan ponerlo en venta.
A pesar de que la empresa anunciara casi hace un año la finalización de una de las líneas de producción, las reuniones entre empresa y comité (acerca del tema) no abordarían la problemática real de este mismo hecho hasta finales de Mayo del presente año, cuando todo se acelera y comienzan a sonar las alarmas y los malos indicios que afirmaban, desde principios de año, que los datos concretos de la sección sindical de CGT se transformaban en realidad.
El pasado 13 de Junio, pocas horas antes de realizar una asamblea de trabajadores (que se logró convocar gracias a la iniciativa de miembros de nuestra sección sindical y el apoyo de otros trabajadores, tras reunir las firmas necesarias), la empresa anuncia suprimir otra línea de producción, cosa con la que nadie contaba. Esa misma asamblea consigue un nivel participación bastante importante y, a raíz del desarrollo de una de las diferentes sesiones de asamblea correspondientes a cada turno, se lanza una propuesta de movilización que decide recoger el comité de empresa. En un primer instante, la sección sindical de CNT en Vestas apoyamos la iniciativa y solicitamos participar dentro del comité de huelga.
Los sindicatos que integran el comité de empresa consideran la falta de información y la búsqueda de viabilidad a la planta motivo suficiente para formalizar el conflicto laboral. Tras un par de reuniones entre comité y empresa, la última de ellas en un organismo conciliador, no se logra ningún acuerdo y se formaliza la huelga. En la convocatoria de la misma, el comité de empresa decide excluir a nuestra sección sindical del conflicto. Desde entonces quedamos fuera de órbita. Seguimos participando en el conflicto, pero a nivel individual, y decidimos no interferir en el desarrollo del mismo al ver el éxito de participación en las dos primeras jornadas de dos horas de paro. Los siguientes días, con paradas de cuatro horas, sirven para seguir sumando trabajadores que en días anteriores no habían apoyado la huelga. Las reuniones en la Delegación Provincial de Trabajo entre Comité y Empresa, tras la negativa de la misma a dar información o garantías sólidas para el grueso de la plantilla, pintan a cada minuto un futuro más incierto. Al mismo tiempo el comité de empresa inicia una serie de reuniones con partidos políticos e instituciones u organismos de carácter público. La prensa hace público las subvenciones que Vestas ha ido recibiendo de la Junta de Castilla y León (más de 17 millones de Euros, además de otras concesiones como el terreno de edificación) en el transcurso de su tiempo de estancia en Villadangos del Páramo, además de dar también a conocer que el compromiso con el empleo ligado a dichas concesiones había caducado varios meses atrás.
A cada día que pasa la cosa aumenta en gravedad. Ahora estamos inmersos en tres días seguidos de huelga de 24 horas y el próximo 16 de Julio, sino se encuentra una solución, la huelga comenzará a ser de carácter indefinido. El futuro de cada uno de nosotros no alcanza a ver más allá de 16 semanas, fecha establecida por Diego Roca (nuestro señor jefe de planta).
Hoy no vale lamentarse de errores, ya que siempre formamos parte de un proyecto con fecha de caducidad. Siempre, en busca del mayor beneficio, la mano de obra acaba siendo también mercancía en compra-venta. Cuando la lógica es el mayor margen de ganancia y soñar con el crecimiento económico perpetuo, el resultado siempre será un camino lleno de víctimas. El capital no entiende de amigos, solo se apoya en mercados financieros y, a la hora de ofrecer productos rentables en subasta, no le tiembla el pulso (subasta y pone precio a lo que haga falta). No le importa que lo que se saque a subasta sean puestos de trabajo, condiciones y derechos laborales o, simplemente, el futuro y la vida de aquellos que fueron el motor y músculo de la fábrica cuando funcionaba.
Solo reivindicamos un trabajo digno para todos, garantías de futuro y estabilidad…. Nada más.