Hace unos días se hacía pública la siguiente noticia:
“Recordad que somos un servicio esencial”. Ésta es la gran explicación que justifica que una empresa del sector del contact center como Konecta, haga gala de ausencia de humanidad, y obligue a decenas de trabajadores a encontrarse en la situación más horrorosa de su vida al obligarles a mantenerse en su puesto, sin perder la concentración, ni reducir la productividad con la compañera y/o amiga fallecida a su lado. Toda una lección de muerte la de esta empresa, cuya lectura es: trabajarás hasta que la máquina deje de funcionar, y como buenas máquinas el resto continuarán.
Te da mucho que pensar, sobre todo: qué hago yo aquí siguiéndole el juego a esta panda de carroñeros, sabiendo que, para ellos, mi existencia es totalmente prescindible. Pero también hay otra lectura: que la empresa para la que trabajo se comporte como una auténtica miserable, no implica que yo tenga que seguir esa misma senda. Hay que saber interpretar en qué momento las órdenes no son ni remotamente aceptables, y cuándo la desobediencia es prácticamente un deber humano.
Es una situación difícil (desde luego no es una situación que esperas encontrarte a lo largo de tu vida); es normal no saber reaccionar, pero no lo es que no sepas identificar las actitudes antihumanas, y menos por quienes se supone que deberían frenar las situaciones abusivas. No es comprensible que se apele a la falta de regulación en una situación así para no actuar, cuando no hace falta que una ley te diga que no es salubre para un trabajador seguir en su puesto con una persona agonizante a su lado; el sentido común te dice, prácticamente sin pensar, que no quieres trabajar en esas condiciones. En conclusión, lo que tenemos es la colaboración y complicidad de los comités de empresa.
Por respeto y reconocimiento hacia nuestra compañera, esta sección sindical sólo espera que, como trabajadores, esta experiencia nos haya enseñado algo a todos; sobre todo a darnos cuenta de que el respeto a la vida y a la dignidad humana está por encima de toda orden, de toda regla, y de cualquier ley. Que la decisión final de actuar de forma consecuente a ese respeto, es sólo tuya, ni de tus jefes, ni de tus representantes sindicales.
Ante la obediencia que nos denigra, la insumisión, la desobediencia y nuestra dignidad son nuestras “herramientas esenciales”.
