“A veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado”, decía Leonard Cohen, y no hay mejor día para acordarnos del consejo del poeta que este 8 de marzo. Nosotras, las histéricas que necesitamos un buen polvo si alzamos la voz por algo, las crías que aún no sabemos de qué va la vida, las que nos vestimos como putas y tenemos la osadía de pretender que no nos lo llamen, las marimachos y marimandonas, las que nos tragamos las lágrimas porque llorar no es profesional, es de niñas o de locas, deberíamos tener claro, al menos hoy, quién está del otro lado.
Podríamos hablar de un sistema que oprime en general y a las mujeres en particular, de la violencia endémica. O de que el capitalismo furibundo no es compatible ni con el feminismo ni con la vida. Podríamos hablar de las seis compañeras sindicalistas condenadas a prisión en Asturias por apoyar a una mujer que temblaba ante la expectativa de reincorporarse al trabajo tras la baja por maternidad. Y ya veis, solo porque la obligaban a hacer horas extra que no le pagaban, porque el jefe la acosaba con insinuaciones y comentarios sobre su cuerpo, porque no podía ni disfrutar de sus vacaciones… si es que ya no se aguanta como antes. Podríamos hablar de muchas cosas pero vamos a recordar que el 8 de marzo de 1857 (aunque hay cierta controversia con las fechas) cientos de mujeres marcharon por las calles de Nueva York reivindicando mejores salarios. Aquella manifestación acabó con 120 trabajadoras de una fábrica textil asesinadas en una descarga de hombría y brutalidad policial, pero las que tuvieron la suerte de sobrevivir fundaron el primer sindicato femenino.
Ellas siguieron y nosotras seguimos,
pero mejor hacerlo teniendo claro quién está enfrente
y quién al lado.