La sección sindical de CNT- Vestas organiza una jornada de puertas abiertas contra la precariedad laboral.
El Sábado 11 de Febrero, a las 12:00hrs
¡APÚNTATE!
DEFIENDE LO TUYO Y PARTICIPA.
LA ZANAHORIA Y EL BURRO. ¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!
Antes al menos había una zanahoria. El burro que éramos, el asno en que nos quisieron convertir veía, salivando, una golosina ante su escaso campo visual. Siempre estaba a la misma distancia, un par de palmos por delante de los ojos nerviosos. Era inalcanzable, la muy cabrona. Mira que corrías y hacías cabriolas. Siempre, la distancia, era exactamente la misma. Tu sudor por cuenta ajena, tus afanes, los sapos que tragabas a pares, los desvelos, la renuncia a tener una vida propia, la disponibilidad sí o sí, los cambios de planes en los que tú no participabas pero sí sufrías día tras día, no hacían que la puta golosina se acercase ni un milímetro. En mi caso particular, la consecuencia clara fue muy simple: NO ACEPTES GOLOSINAS DE QUIEN SOLO TIENE PARA DARTE DE COMER COSAS AMARGAS. Nunca tuvo intención de dártelas, y si algún día se le escapa alguna, ten por seguro que no saborearás nada dulce cuando te lo lleves a la boca. En unos tiempos de los que ya casi nadie se acuerda, la fuerza del trabajo, aquella que tenía aún conciencia de lo que era, hacía frente como un solo hombre. Las máximas latinas dívide et ímpera, «divide y domina», divide et vinces, divide ut imperes y divide ut regnes, fueron utilizados por el gobernante romano Julio César y el emperador corso Napoleón. Ya veis de qué personajes hablamos. Al dinero de los tiempos actuales, entendiendo el DINERO como la forma última, primordial y casi exclusiva (si exceptuamos la superchería de las religiones) de poder, le van realmente bien los consejos de los viejos conquistadores. De los militares históricos inmortalizados en cuadros y bustos de mármol. Hay a mi cargo una masa de trabajadores que ha conquistado con los años alguna pírrica victoria en cuanto a derechos laborales. Se duerme en los laureles y cada vez pide más. Algo que amenaza mi ventajoso margen en un complejo mundo extremadamente global. Fabrico lo mismo en España que en Polonia, y se lo vendo al cliente al mismo precio, pero por el coste de un obrero español contrato a cuatro en Polonia. Y eso no me gusta. Mi herramienta es precarizar a una nueva casta (no tan nueva, en realidad. Las empresas de trabajo temporal llegaron a España en el año 1994, de la mano de Felipe González, esa persona que ejerce el socialismo más puro desde la cubierta de su yate con un buen puro en la boca). Necesito que mis obreros sepan que hay otros obreros que viven peor que ellos. Así, a mi obrero le va a quedar claro que, si no se porta bien, puede llegar a convertirse en un paria de la clase trabajadora. Pocas veces se llegó a conclusiones tan perversas y, lo peor, tan efectivas. Es un matonismo de guante blanco. No hay cargas callejeras con botes de humo. No hay detenciones de líderes sindicales. No hay mártires. Hay una masa dormida que ha recibido la anestesia de los mantras repetidos hasta el infinito. Esos que, a mí, particularmente, me provocan la náusea: “ES LO QUE HAY”. “QUE NO VAYAMOS A PEOR”. Mantras infames de feligreses miedosos a la salida de misa. Con la diferencia de que son hombres y mujeres jóvenes. Con sangre en las venas. Pero no parecen tener ganas de usarla. Vamos a los casos reales. Representante sindical apercibido por otro compañero. Hay que hacer algo para mejorar la situación de los trabajadores eventuales en esta empresa. La respuesta, realmente, para enmarcar: NO TE METAS EN ESE JARDÍN. MIENTRAS HAYA TRABAJADORES EVENTUALES DE ETT, NO NOS HACEN UN ERE. No me digáis que el empresario no estará contento si oye eso. Si yo fuera uno de ellos, estaría riéndome del comité de empresa una semana como mínimo. Y hay que hablar de esa cosa tan farragosa e indefinible que son LOS PICOS DE PRODUCCIÓN. Viene muy al caso comentarlo, porque nos venden otra vez material muy defectuoso. No olvidéis que los contratos temporales eventuales por circunstancias de la producción no son algo exótico a nuestro alrededor. Junto con los de obra y servicio, sumaron el 81% de todos los contratos laborales que se celebraron 2016. Poca broma, ¿no? El contrato eventual está pensado para situaciones en las que se produce un incremento de actividad imprevisto y temporal en las empresas. Entendemos entonces que una empresa que tiene una plantilla de cien personas de forma indefinida y TODOS LOS AÑOS contrata entre febrero y noviembre a otras doscientas no debería acogerse a esta forma de contratación, ¿verdad? Pues todos, por desgracia, sabemos que lo hacen. De forma completamente impune. Ya sé que la ley les ampara. Os pido ahora que analicéis despacio la doble vertiente de esta circunstancia. De un lado va el refuerzo positivo (absolutamente envenenado) que recibe el trabajador indefinido de la empresa. “Hay otros que están peor que yo”. “Más me vale portarme bien o mira cómo puedo terminar”. De otro lado va el empleado eventual, con sus orejeras y su zanahoria reluciente ante sus ojos. “Mi objetivo ha de ser llegar a ser uno de ellos”. “Me tengo que olvidar del compañerismo. Mis compañeros son mis rivales. Si ha de quedar uno, que sea yo”. Sin hacer prácticamente nada, el empresario optimiza sus costes al máximo mientras desmoviliza a ambos ejércitos, por seguir con el símil napoleónico. Que se maten entre ellos, pensará. Y lo hace de forma acertada. Oí como un representante de la empresa decía a un grupo desmotivado de trabajadores que a él le daba igual si quien fabricaba un producto era un eventual o un indefinido. Él quería el producto perfecto. Esa es otra forma de ceguera. Una voluntaria. De ahí se pasa a que te dé igual que tu camiseta la cosa un niño indio. Así solo te cuesta tres euros. Hemos mejorado los canales de comunicación. Se usa el whatsapp para decirte cuando empiezas. Cuando terminas. Quirúrgico y aséptico. Pero la imagen corporativa de la empresa para la que subtrabajas y la de la ETT para la que realmente lo haces son relucientes, llenas de rostros de felicidad. Jóvenes rebosantes de ilusión y con miradas de futuro. Todo el futuro que te quepa en una semana en la que encadenas tres contratos. Aún hay más risas. Al final te hacen una encuesta de satisfacción. Su última vuelta de tuerca ha sido, por supuesto, retirarle la zanahoria al burro. Ya ni siquiera muestran el premio falso, como antes. No les hace falta. El burro ya no piensa en golosinas. Se conforma con mal comer. Llegando al capítulo de las conclusiones, porque esto podría ser eterno, os diría que hacen todo lo que hacen porque estamos muy dormidos y llevan décadas pillándonos desprevenidos. Eso no dice nada bueno de todos nosotros. La crítica contundente y sin miramientos hacia ellos ha de ir acompañada de una autocrítica igual de rigurosa. Yo de ellos nunca esperé nada en absoluto. Nada que no tuviésemos que arrebatarles. De nosotros, en el hipotético caso de que aún exista ese nosotros y tengamos claro lo que somos, espero mucho, mucho más.