Esta vez la dirección de Hunosa afirma que el cierre de sus 14 economatos va en serio. Y ya ha enviado una carta a la firma Lacera, que gestiona estos establecimientos dependientes de la compañía minera pública, para que abandonen su responsabilidad en el próximo mes de marzo y desalojen las instalaciones. Hasta la fecha, todos los intentos de la empresa carbonífera por dar carpetazo a estos comercios, que procuran precios muy ventajosos para los trabajadores y sus familias, se encontraron con la oposición de los sindicatos.
Ahora, en plena crisis económica y con una sensación de recorte generalizado, los vecinos de los poblados mineros han reaccionado movilizándose y expresando a la presidenta de Hunosa, María Teresa Mallada, que no están dispuestos a perder conquistas sociales de hace muchos años.
Los sindicatos, y especialmente Comisiones Obreras, llaman a la calma vecinal y señalan que la desaparición de los economatos está vinculada a la negociación del plan de empresa y no abrirán este capítulo hasta tanto no se garantice la totalidad de los alrededor de 1.650 puestos de trabajo que tiene la compañía en la comunidad autónoma.
Las razones de Hunosa para proceder al desmantelamiento de los economatos tienen que ver con la necesidad de atajar su déficit y recuperar parte de su presupuesto. Los cálculos de los economistas de la empresa minera sitúan en torno a los 75 millones de euros el objetivo de ahorro para 2014 y uno de los baluartes de este reajuste es, precisamente, la eliminación de los economatos. Según los datos que maneja la propia compañía, sólo con desembarazarse de estos comercios le proporcionará unos 15 millones de euros. Y no digamos nada si consigue venderlos a una cadena de supermercados, lo que podría suponerle un plus de beneficios que a la dirección de Hunosa le viene de maravilla. Hasta el momento, no ha trascendido que alguna red de hipermercados esté interesada en la compra de los economatos, pero tampoco la empresa minera ha desvelado que exista algún tipo de contacto con supuestos adquirientes.
Enfrentamientos entre mineros y policía en el pozo Sotón de Hunosa. (EFE)
Aunque los responsables del sector público minero mantengan por activa y por pasiva que la desaparición de los economatos es irreversible, las circunstancias no son tan fáciles como parece, ya que se trata de un elemento que forma parte de la negociación colectiva y que está incluido en el plan de empresa. Si los sindicatos bloquean cualquier acuerdo en esta materia, es más que probable que las intenciones de Mallada se queden en agua de borrajas. Y el responsable e Comisiones Obreras de la minería ya lo ha dicho bien claro. «No entraremos en esa cuestión hasta que no nos garanticen el pleno empleo en la compañía». Falta por saber si se trata de una estrategia negociadora o el requisito de CCOO es inamovible.
Digan lo que digan los sindicaos, a los vecinos de las localidades con economato le ha empezado a entrar algo más que el respeto, sobre todo porque los últimos encontronazos con la dirección de Hunosa y el Ministerio de Industria no han salido tan bien como esperaban y las movilizaciones se han saldado con más derrotas que victorias. Por esa razón, ya han salido a la calle en varios de estos pueblos concentrándose delante de los establecimientos para defender un logro social de mucho tiempo y que beneficia claramente a las familias de estos trabajadores.
Una comparativa de precios entre estos comercios y los de una cadena de supermercados arroja datos de ahorro de hasta casi el 100 por 100 en algunos productos. Hay que tener en cuenta que no sólo en los economatos se pueden adquirir productos alimenticios, sino que ropa y menaje para el hogar son, entre otros, parte integrante de las estanterías de estos comercios.
Otro argumento de los vecinos para exigir la continuidad de los economatos es su proximidad a las barriadas mineras, ya que, en algunos casos, la distancia entre estos establecimientos y un supermercado general es mucho mayor que en otras vías urbanas. «¿A dónde iré yo que no tengo vehículo propio?», señala una anciana cliente habitual del economato de al lado de su casa en la cuenca del Nalón.
Las movilizaciones, no obstante, no mantienen un pulso sostenible. Parece ser que los sindicatos mineros prefieren acompasar el ruido en la calle con la negociación del plan de la empresa y, aunque en algunos pueblos las concentraciones fueron muy mayoritarias, se han desconvocado en bastantes de ellos, no sin que aparecieran críticas a los responsables de las centrales. «¿Por qué es preferible garantizar el puesto de trabajo de un minero al de una cajera?», se puede leer en alguna red social para exteriorizar ciertos toques de desconfianza.
Los partidarios de continuar con la lucha en la calle aducen que no se puede compartimentar el rechazo a los planteamientos de Hunosa, sino que se trata de «dar una respuesta conjunta a un objetivo que es el de acabar con todo, con el carbón, con sus salarios y con su conquistas», enmarcándolos en una reducción del bienestar y de la riqueza en unas comarcas en las que hasta hace poco el nivel de vida de la mayoría de sus ciudadanos era «muy digno». Da la sensación de que la batalla no ha hecho más que comenzar.