La palabra “ideología” genera en nuestra sociedad una gran variedad de opiniones, tanto entre personas de ambientes distintos como entre individuos de estratos sociales similares, hasta el punto de producir discrepancias incluso entre personas que comparten organización. Algunos tienen muy clara su presencia en la sociedad, otros las creen en vías de extinción y puede decirse que la opinión de la mayoría coincide con los medios de comunicación de masas en considerar las ideologías como un vestigio del pasado, inexistente en la sociedad actual. Para nosotros es necesaria una reflexión sobre ese término, su significado (o significados) y sus implicaciones actuales, tanto para la sociedad en su conjunto como para los diferentes movimientos sociales que alberga. Esperamos que este breve artículo sirva para animar a la reflexión crítica sobre el tema.
Juventudes Anarquistas de León (FIJA)
El asesinato de las Ideologías
La caída del muro de Berlín supuso un punto de inflexión de la doctrina que pronosticaba la muerte de las ideologías. A pesar de que Daniel Bell (El fin de la ideología, 1960) enunció ya esta doctrina, ésta parecía tener poco sentido mientras pervivían dos grandes bloques, el comunista y el capitalista, que eran enfocados como dos concepciones diferentes de la sociedad pese a que realmente sólo suponían dos formas diferentes de organizar la economía bajo una misma perspectiva ideológica, el autoritarismo. Fue, sin embargo, la doctrina pulida por Fukuyama (El fin de la historia y el último hombre, 1992) la que obtuvo una importante eclosión mediática, gracias a la desaparición del bloque soviético.
De esta forma, y dado que en esta “muerte de las ideologías” se entendían estas como la oposición dialéctica entre el bloque liberal y el soviético, materializada en la denominada “guerra fría”, la muerte de las ideologías sería en realidad la hegemonía de la ideología liberal. Podemos encontrar la misma interpretación de las ideologías en las versiones «oficiales» de la guerra civil, versiones que nosotros no compartimos.
La ideología no muere, se somete
La ideología tal cual, sin connotaciones de ningún tipo, es el conjunto de ideas acerca de los asuntos que afectan a la sociedad: ya sean económicos, culturales, políticos, sociales… Y por ello consideramos falso que la ideología sea algo que puede estar separado de la vida social y por lo mismo, entendemos que mientras haya sociedad, habrá ideología. Nosotros no compartimos, por tanto, esa visión de la ideología como algo cerrado, como un sinónimo de doctrina, o como algo a combatir por el Anarquismo, pues el Anarquismo es un conjunto de ideas de cómo ha de organizarse una sociedad.
El tan manido discurso oficial o único de que las ideologías han muerto deviene precisamente de una ideología, la liberal o demócrata, dominante, y sólo puede entenderse como un discurso totalizador y unificador. No es cierto que las ideologías hayan muerto, sino que una existe por encima de las demás, y no sólo en cuanto a ocultar a otras ideologías con su predominancia, sino también permeabilizando en estas y creando un pensamiento único a través de su destrucción.
El auto-sometimiento de los movimientos ciudadanistas
Un ejemplo reciente y, desde nuestro punto de vista, muy exclarecedor de lo que estamos exponiendo aquí es el movimiento que recientemente se ha visto impulsado en diversos puntos del Estado español por parte de «ciudadanos».
Desde un principio, la propia autointitulación de movimiento «ciudadano» asume el discurso interclasista defendido por los partidos políticos dominantes. No en vano, el Partido Socialista ya especificaba en las resoluciones de su último Congreso (XXVII) que «la izquierda debe transformar su visión de la empresa y superar su antagonismo ideológico o su desprecio histórico por ella, para articular una nueva dialéctica entre empresa, sociedad y poder político que transforme a las empresas en agentes activos de una sociedad justa», considerando que «una ciudadanía plena es la condición indispensable de una sociedad cohesionada».
Sin embargo, la realidad social, aunque diferente en muchos aspecto, no ha variado lo más mínimo en cuanto a su composición estratificada en los últimos siglos. La llamada «clase media» no deja de ser un mero invento de los ideológos del «Estado del bienestar», que no tiene ninguna realidad fuera de la propia ilusión de los trabajadores desclasados con más recursos. Nosotros no defendemos, ni consideramos válido desde un punto de vista sociológico, el análisis de la sociedad de clases partiendo del nivel adquisitivo.
Del mismo modo, se han asumido discursos propios de la legitimidad estatal. La propia concepción del movimiento como no violento asume, en nuestra opinión, el concepto de violencia utilizado por el Poder. Dentro de esta concepción, se encuentra indisoluble la aceptación del monopolio de la violencia por parte del Estado. Violencia es, de este modo, toda actividad que atente contra el Orden actual impuesto, impidiendo el normal desarrollo de las actividades cotidianas del conjunto de «ciudadanos» ya sea actuando contra individuos u objetos, sin la correspondiente autorización de quien legalmente corresponda. El concepto de violencia manejado es algo totalmente subjetivo y contemporáneo a una realidad concreta. Por ejemplo, no es violento sentarse en una plaza sin interrumpir el tránsito de las personas, pero sí lo es sentarse en una avenida concurrida por personas y vehículos; o no es violento tirar rosas de papel al aire, pero sí lo es tirar piedras contra la cristalera de un banco; todos ellos objetos inanimados (como la barra de carbono).
Esta concepción de violencia asume el papel de inferioridad que el individuo juega en las sociedad jerarquizadas. En nuestra opinión, violencia es todo acto que, a través de cualquier medio, sea físico o psíquico, busca el sometimiento del individuo a una serie de intereses ajenos a él. De este modo, nosotros no podemos entender como violento ningún acto que partiendo de un individuo sometido se ejerce contra el sujeto o idea bajo la cual está sometido. Si bien tampoco somos defensores de aquello de que «el fin justifica los medios» y tampoco estamos de acuerdo en eso de que todo lo que sea hacer vale. En cualquier caso, los continuos llamamientos a la resistencia pacífica, aún con policías cargando agresivamente, nos parecen, en ciertas circunstancias, no sólo un error estratégico sino además una verdadera proclama a la estupidez humana.
Sabemos que la «opinión pública» desprestigiará cualquier movimiento que sea calificado o considerado mediáticamente como violento. Pero no es nuestra intención hacer lo que la «opinión pública» considere como acertado o idóneo, tampoco decirles lo que quieren oír. No se trata de variar nuestras estrategias para alcanzar, con un discurso mediatizado y desideologizado, a grandes masas, sino reafirmarnos en nuestros métodos y principios para continuar llegando a nuestro alrededor por nuestros propios medios de una forma realmente influyente y sincera.
También, se ha asumido el papel de los medios de comunicación de masas como interlocutores válidos, e imprescindibles, del movimiento. Esta aceptación conlleva a la necesaria consecuencia de que una vez que se deja de tener presencia en los medios de comunicación, el movimiento pierde fuerza por carecer de un método propio de divulgación o por no haberle dado la importancia necesaria. A este respecto tenemos que aclarar, respecto a algunos comunicados que han salido recientemente desde Grupos de Madrid cercanos al Movimiento Libertario o pertenecientes a él, que nosotros no damos por buenas las excepciones. Ni consideramos como justificables acciones puntuales. Precisamente es en la cotidaneidad de las cosas, en los pequeños conflictos donde empiezan los grandes cambios. Las situaciones de gran «calado», por excepcionales, no suponen grandes cambios en nuestra realidad cotidiana.
La ideología liberal y el Movimiento Libertario
Lamentablemente, desde nuestro punto de vista, el Movimiento Libertario también está sufriendo esta permeabilización o sometimiento interno de la ideología liberal, y creemos que hay unos ejemplos bastante ilustrativos.
– Los mass media como centro de nuestra acción: Desde hace unos años, se está dando una importancia excesivamente relevante a los medios de comunicación oficiales o, como eran referidos en la literatura clásica, burgueses (es decir, opuestos a los medios de comunicación de la clase trabajadora, es decir, propios). Ya no sólo la creencia de que se debe trabajar con ellos, sino la elaboración de verdaderos manuales de edición de prensa para imitar y aceptar no sólo como propios, sino como válidos, los cánones y modelos oficiales. No importa entonces lo que se hace en sí, sino la repercusión que puede llegar a tener. Ya no interesa lo ideológico, sólo lo que resulta atractivo: mucha gente y pocas letras, como en los mejores conciertos de dance. No hay que decirle a la gente lo que pensamos, sino lo que quieren oír.
– El dinamismo como motor: Importa el resultado, y no el proceso para llegar a él como parte inseparable de éste; el fin no sólo justifica los medios, sino que lo justifica todo. Ya no existe el consenso, sólo la mayoría, porque aquel es un obstáculo para el dinamismo. Interesa dibujar la unanimidad como algo imposible, como un ideal inalcanzable; como algo que no favorece lo que interesa: el aquí y el ahora. La agenda nos la marca la comunicación; la era de la tecnología requiere de mucha presencia para estar en portada. No hace falta ni ser ni estar, sólo constar.
– La cantidad es lo importante: La acción pasa a un segundo lado como elemento exponente de la capacidad de clase. El número es lo importante, como bien dictamina la democracia representativa. Parece que ya no basta con ser pocos y hacer mucho, sino ser muchos y hacer ruido. La diferencia está marcada por el ser diferente, como marca de calidad, no por el hacer las cosas de otro modo en base a esa forma de ser; el color y la apariencia se convierte de este modo en la única seña de identidad; pues, al parecer, la «extravagancia» y el dar la nota no están a la orden del día y no son por tanto buenos métodos de crecimiento exponencial e indiscriminado. Nosotros, sin embargo, siempre hemos sido férreos defensores de la calidad frente a la cantidad; es por eso que defendemos siempre un crecimiento cualitativo.
– El glamour, nuevo exponente de nuestra esencia: La estética parecer pasar cada vez a un plano más importante. Si las modas de los 60 y los 70 pretendían destruir la sociedad del consumo a través de modas, como fue el caso del punk, es decir, a través de consumo estético o, a lo sumo «crítico», no hemos sabido hacer frente a ese error conceptual ni apartarnos de él. Sólo darle la vuelta. Si la estética de la oposición nunca fue un temor para los mercados, mucho menos lo será la estética de la aceptación. Ese ansia por parecer buenos por ir de corbata o por salir publicados por editoriales de papel blanco en librerías céntricas de grandes capitales no tiene ningún sentido fuera de los estrictos designios del mercado. También hay que decir que, desde nuestro punto de vista, los intentos por convertir ciertos temas en best-seller son más un tropiezo en el mundo del márketing que una estrategia de crecimiento. Pero allá cada uno con sus ilusiones. Ciertamente, creemos, que nuestra ideología no gana en aceptación por venir con cierta recomendación de los que son nuestros enemigos de clase, más bien lo único que hace es perder credibilidad.
No estamos por la labor de variar nuestras formas de comunicarnos; no consideramos un avance el adaptar nuestra forma de hablar o de escribir a las pautas marcadas por los académicos del Sistema. No consideramos positivo el que se dé potestad a ciertos «profesionaluchos» para mediar en nuestra forma de comunicarnos, avocándonos de este modo a sus designios y a la moda de turno.
El futuro del Movimiento Libertario
Desde nuestro punto de vista la única posibilidad que tiene el Movimiento Libertario es su propia reafirmación. Seguir siendo lo que siempre ha sido sin ningún temor ni prisa, avanzar en la elaboración de nuestra propia ideología sin perder un ápice de nuestra esencia. Para alcanzar este camino solo existe la posibilidad de continuar trabajando con convicción y constancia en nuestro ámbito más cercano. Los cambios inmediatos a gran escala, vinculados siempre a ciertas cuotas de centralismo, suelen ser efímeros, inadecuados y, en general, están destinados al fracaso. Ser más de lo mismo no nos ayuda en absoluto.
Juventudes Anarquistas de León (FIJA)